Por Paula Hormazábal, psicóloga clínica especialista en psicoterapia femenina y temáticas de género.
En este sentido, es muy importante proteger a los niños dentro de los sistemas familiares, otorgándoles seguridad, sostén y espacios emocionales seguros.
Así como las relaciones tóxicas afectan en ámbitos emocionales, físicos e intelectuales a los adultos que las componen. Esta dinámica relacional también repercute en los niños que presencian este círculo tóxico.
Relaciones codependientes
Los niños que están expuestos a relaciones codependientes que mantienen sus padres o cuidadores, van a generar ideas acerca de la relaciones de pareja distorsionadas o confusas en las cuales se internaliza la violencia como parte de la dinámica relacional, siendo esta aceptada y justificada.
Asimismo, el ser testigo de cómo uno de sus padres es víctima, o está siendo vulnerado por el otro, van gestando altos niveles de frustración, impotencia al tener un sentimiento de insuficiencia ante una situación que no pueden resolver y de la cual sólo son meros testigos.
También sufren distorsiones acerca de las relaciones, de cómo son los afectos y de cómo se trata a las personas que se aman. A su vez, van arraigando una forma de comportarse que muchas veces difiere de la naturalidad y espontaneidad propias de los niños. Ya que comienzan a comportarse como adultos, experimentando episodios de ansiedad, miedo y adecuación sobreexigida, ante una realidad que nos les permite crecer con la confianza, seguridad y estabilidad, elementos claves para el desarrollo de una autoestima sana.
En los casos más graves de estructuras familiares basadas en la dependencia donde existe violencia. Los niños pueden ir desarrollando tipos de personalidad antisocial, que se caracterizan por la falta de empatía y las pocas habilidades de relacionarse sanamente de manera irreversible.
Formas de comportamiento de los niños que debes tener en alerta si estás en una relación de dependencia emocional:
- Comienzan a tener dificultades para terminar con motivación lo que empiezan, ya sean tareas, actividades o cualquier acción que antes hacían.
- Les cuesta jugar y tener alegría de manera espontánea, sobre todo en grupos con otros niños, se vuelven tímidos, en algunos casos prefieren no compartir.
- Tienen miedo a quedarse solos, no confían en los demás ni es su cuidadores, en algunos casos toman actitudes confrontacionales y de dominación.
- Necesitan ser aprobados y reforzados por los demás para sentirse bien, pueden someterse a otros para lograr sentirse bien.
- Desarrollan la ansiedad como impulsividad, es decir, requieren ser atendidos de manera inmediata, lo cual les genera frustración, ataques de llanto y episodios de angustia.
Hacernos cargo de revisar y comprender el impacto de cómo nos relacionamos frente a nuestros hijos, es una de las principales tareas como padres. Debemos entender que somos sus referentes en todo sentido. Por tanto, responsabilizarnos afectivamente de la crianza, es un derecho de nuestros niños que no podemos vulnerar.
Hace varios años que trabajo con mujeres realizando talleres de superación de la dependencia emocional, donde me enfoco en visibilizar aspectos asociados con comportamientos y actitudes en relaciones de las conductas repetitivas, tóxicas y dependientes, así como también de la huella que vamos dejando en nuestros hijos.
El impacto interno que genera el comprender los efectos de la vinculación afectiva permanente y excesiva con otra persona, logra que las mujeres puedan reparar, a través del corte de esas relaciones, la visión futura que tendrán sus hijos acerca del amor, la pareja y el respeto primero hacia ellos mismos.
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