Por Paula Hormazábal, psicóloga clínica especialista en psicoterapia femenina y temáticas de género.
Existe correlación entre el estilo de apego en la infancia y las relaciones que creamos en la edad adulta. De esto dependerá si nuestras relaciones son sanas, codependientes, abusivas o tóxicas.
El apego es algo que existe transversalmente en nuestra vida y se manifiesta en cada unión, en cada pensamiento y en cada creencia que se encuentra enraizada en nuestra consciencia. Explicado en más simple, sería nuestro sistema emocional, es decir, el modo en que afrontamos cada situación que se nos presenta.
Es importante saber que en la teoría, existen 3 tipos de apego que son los más importantes:
El apego seguro
Describe un tipo de crianza contenida y estable en la cual se le permite al niño explorar el mundo. No recibe juicios y es reforzado en aquello que hace bien, en sus logros. Asimismo se le hace ver lo que debe mejorar de manera comprensiva. Se le sitúa en un lugar en su núcleo amorosamente, lo cual desarrolla la empatía aprendiendo a reconocer en otros emociones y sentimientos. Las personas que fueron criadas bajo este tipo de apego, responden a las necesidades de los demás, identifican y reconocen emociones, se autorregulan frente a situaciones de conflicto.
El apego evitativo
Describe un tipo de crianza en el cual los padres o cuidadores no responden a ningún tipo de necesidad o demanda del niño, por lo que aprender a hacer las cosas sin apoyo. A estas personas cuando son adultos les cuesta pedir ayuda, lo cual limita la empatía. Mientras que en las relaciones de pareja evitan el contacto, huyen del compromiso e involucrarse en la vida del otro. Generalmente sus vínculos se basan en el miedo al rechazo, por lo que prefieren rechazar los afectos y emociones.
El apego ambivalente
Como lo dice la palabra se basa en la inseguridad, a veces si o a veces no, como la incertidumbre fue parte de su crianza. Estas personas no se atreven a dar el siguiente paso, carecen de autonomía o bien se muestran incapaces de regular sus impulsos. En las relaciones de pareja, este tipo de apego, se manifiesta en el traspaso de límites, generan ansiedad y demandan de manera desbordada la atención del otro.
El apego influye en las relaciones adultas, en la pareja que elegimos, en el tipo de relación que creamos y las conductas que mostramos. Esto será clave para tener una relación sana o una relación tóxica.
La importancia del amor en la infancia y el resultado del apego en las relaciones adultas
El amor que recibimos en la infancia se nutre del respeto, la estabilidad, la seguridad y el tiempo que recibimos de nuestros padres o cuidadores. Estos elementos son fundamentales para hacer crecer una autoestima saludable que sostenga a una adulta sana.
Si bien es importante en cada una de las etapas de nuestras vidas, partiendo por el amor hacia nosotros mismos, en la infancia es vital, porque marca la forma en que nos vincularemos con otras personas en las etapas que siguen.
Las personas que han sido criadas sin amor van a desarrollar distorsiones en su sistema de creencias acerca de ellas mismas que estarán basadas en la carencia, tales como: «No soy digna de amor”, “Tengo algo malo que nadie me elige”, “Tengo que soportar esto porque nadie más me querrá”, “Es lo que me tocó».
De estas creencias se desprende un autoconcepto, una autoimagen y una autopercepción, carente, autodestructiva y negativa no sólo de sí mismas, sino que también de sus posibilidades. Por tanto, no se puede dar amor porque no se conoce, y los patrones de conducta que se van a desarrollar impactarán de manera negativa en el presente.
Si tienes niños a tu cargo o a tú alrededor ámalos. Si fuiste herida en tu infancia es tu deber ahora de adulta sanar y darte lo que no te fue dado. La infancia es una etapa hermosa, sensible, de la cual debemos guardar recuerdos, en ningún caso cicatrices.
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